Algo parecido a esto, aunque con mayor rigor por su vasto conocimiento de la materia, es lo que hace el periodista y escritor Alex Grijelmo en el libro La seducción de las palabras (Taurus, 2000). Propone una reflexión sobre el poder de las palabras, sobre el por qué de utilizar unas y no otras en determinadas circunstancias, sobre cómo consiguen evocar ideas en nuestra mente aunque no seamos conscientes de ellas. Alega que las palabras son creadas por el pensamiento pero también el pensamiento es moldeado por las palabras.
Aunque cada palabra tenga un único significado estas acarrean una serie de matices que distorsionan el sentido académico u "oficial". El primero de ellos lo da la sonoridad de la palabra ya que hay sonidos que producen palabras dulces como la "s" de "suave" y otros que las endurecen como la "r" en "rugido". También matiza el significado de los vocablos la consideración social que tenga lo que designan y las palabras que las han acompañado a lo largo de su historia. Se cumple el dicho según el que "los que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición". Y no es que signifiquen lo mismo, sino que el significado de la una termina influyendo sobre la otra.
El lenguaje no es inocente. Así lo han entendido aquellos para los que la palabra es una herramienta de trabajo fundamental: los políticos. A cómo usan el lenguaje estos les dedica un capítulo en el libro del que se extrae que:
"Ministros, diputados, directores generales, magistrados... hinchan sus voces con las palabras que más fascinan a los pueblos: libertad, justicia, democracia, seguridad, avanzar, impulsar... Palabras que contienen sólo elementos abstractos y que transmiten una fuerte carga afectiva universal. [...] Son palabras grandes porque todos los seres humanos pueden identificarse con una idea genral de libertad como puede identificar al unísono el satélite terrestre en la palabre Luna. La inadecuación con la realidad se apreciará después, tal vez cuando ya no exista remedio. Porque los grandes manipuladores aplican a esos grandes cajones semanticos sus propias experiencias o sus ideales particulares.[..] Democracia, sí; pero qué democracia. Justicia, sí; pero qué justicia."
Muchos políticos han conseguido el poder gracias a que conseguían disfrazar la carencia de argumentos con discursos emocionantes por cómo estaban escritos. Los que son conscientes de la capacidad de seducción de las palabras han conseguido que los "despidos" sean "reajustes de plantilla" y las "palizas" se conviertan en "malos tratos", disminuyendo así la alerta de los que escuchan. Y los periodistas por desconocimiento de estos mecanismos, por pereza o haciendo uso de ellos, transmiten mensajes llenos de contaminaciones que la repetición hace que el público las tome por correctas. Por eso, Grijelmo alerta a sus colegas de profesión:
"Los periodistas no sólo transmiten fielmente las manipulaciones que llegan desde la cúpula, sino que se suman a ellas por su cuenta. Reflejan las declaraciones textuales de un personajes (cumpliendo una obligación; pero también está permitido parafrsear y aclarar al lector los conceptos). Lo peor es que además emplean ellos los mismos términos cuando escriben sus propios textos. Los intermediarios han quedado así seducidos por las palabras, y mal puede la sociedad defenderse de estas manipulaciones si quienes conducen el lenguaje del poder se convierten en sus catalizadores."
Pero, La seducción de las palabras no se limita al ámbito político. Invito al lector a que descubra cómo desde distintas esferas consiguen dominarnos sin contrariar nuestra voluntad mediante la comunicación, habilidad única de la especie humana de cuyo poder no solemos estar enterados.
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